Blogia
. Las Musas

Florencio Sanchez

Florencio Sanchez

Nacido en Montevideo el 17 de enero 1875 y fallecido en Milán (Italia) el 7 de noviembre de 1910, Florencio Sánchez fue sin duda el primer escritor uruguayo que se destacó en el ámbito literario del Río de la Plata, como autor de obras destinadas a la representación teatral.

Miembro de una familia muy numerosa — tenía 11 hermanos — siendo Florencio niño sus padres se trasladaron primero a la ciudad de Treinta y Tres y luego a Minas, donde realizó sus estudios primarios; y a edad muy temprana publicó en un periódico local algunas crónicas satíricas. En esa misma época, participó como actor y autor en algunas veladas familiares en que se hacían representaciones escenificadas.

Hacia 1892 decidió radicarse en Buenos Aires, donde permaneció por dos años. A su retorno a Montevideo, en 1894, comenzó a trabajar como periodista en los diarios “El Nacional”, “La Razón” y “El Siglo”, de Montevideo en los que publicó entrevistas y especialmente crónicas policiales que adornaba incorporando dialogados de los protagonistas.

Al estallar en 1897 el alzamiento nacionalista liderado por Aparicio Saravia, se incorporó a sus filas en seguimiento de la tradición partidaria de su familia; ocasión en que trabó contacto con algunas destacadas personalidades de la intelectualidad, como Eduardo Acevedo Díaz.

Aunque había realizado algunos escritos políticos y poesías alrededor de 1890, fue a partir de su traslado a la Argentina desde 1900 — donde estuvo primero en la ciudad de Rosario de Santa Fé y luego se radicó en Buenos Aires en 1892 — que comenzó a adquirir cierta notoriedad como periodista y partícipe en los círculos intelectuales de esa ciudad; así como por su frecuentación de los ambientes de la vida nocturna bonaerense.

 Luego de haber publicado diversos escritos de polémica literaria y política, el 13 de agosto de 1903 se estrenó en el Teatro de la Comedia de Buenos Aires su primer obra teatral, “M'hijo el dotor”; la cual tuvo resontante éxito con el que dio comienzo a una breve pero intensa presentación sucesiva de obras, que siempre contaron con gran acogimiento del público, tanto en Buenos Aires como en Montevideo.

El éxito de esta obra, y consiguiente desahogo económico que le representara, llevó a Sánchez a contaer matrimonio con Catalina Raventos — con quien estaba relacionado desde 1897 — el 25 de setiembre de 1903; pero su desordenada vida económica determinó que, en medio de constantes apremios, no solamente vendiera sus obras a diversos empresarios o actores teatrales, por muy poco dinero. Frecuentemente, obtuvo adelantos a cuenta de obras no escritas; lo cual le creó grandes dificultades, obligándole a menudo a tratar de eludir el asedio de sus acreedores y a escribir algunas obras en forma apresurada y entregarlas sin una adecuada revisión.

 La vida viciosa y disipada a que Florencio Sánchez se entregó desde muy joven, necesariamente hizo mella en su salud, llevándole a contraer la enfermedad de la tuberculosis; que estaba bastante extendida en esa época, en que se la designaba como tisis. Es una enfermedad altamente contagiosa, que afecta la capacidad respiratoria reduciendo gradualmente la superficie de los pulmones; produciendo crecientes accesos de tos y expulsión de salivaciones sanguinolentas, que frecuentemente eran el primer síntoma percibido.

De todos modos, luego de haber tenido por varios años el propósito de viajar a Europa para procurarse un mayor éxito teatral y económico; en el año 1909 Sánchez logró una oportunidad de viajar a Europa, mediante el nombramiento que se realizara el Presidente Williman, como "Comisionado" para informar acerca de la conveniencia de que el Estado uruguayo participara en una proyectada Exposición artística en Roma. Embarcó el 25 de setiembre de 1909, en el navío italiano “Príncipe di Udine”, y llegó a Génova el 13 de octubre.

En Italia, se dedicó preferentemente a buscar conectarse con las compañias de teatro, y a gestionar la posible representación de sus obras en España y Francia; lo cual le provocó varios altercados con el embajador Acevedo Díaz, su antiguo compañero en la milicia de Aparicio Saravia, quien le requirió cumplir la tarea para la cual había sido enviado a Italia. Su conducta fue totalmente irregular; al punto de que, en febrero de 1910, habiendo recibido la importante suma de 3000 francos, por los derechos de representación de su obra “Los muertos”, los dilapidó en pocos días en Niza, en aventuras femeninas y apuestas en el Casino.

Luego de haber viajado por diversas cuidades de Italia y del sur de Francia, se dirigió a Milán, que era un importante centro de actividad teatral, para procurar contacto con algunos importantes empresarios teatrales. Allí tuvo ocasión de relacionarse durante dos semanas con José Batlle y Ordóñez, que se encontraba en el período entre su primera y segunda Presidencia de la República, lo que le llevó a concebir grandes espectativas de futuro.

Sin embargo, su enfermedad hizo crisis rapidamente, y luego de un apresurado viaje en ferrocarril a Suiza iniciado a fines de octubre, hacia donde le fuera indicado dirigirse para procurar su recuperación — se pensaba que el aire puro de las montañas alpinas favorecía a los tuberculosos — y donde fue rechazado en hoteles y hospitales, a causa de su enfermedad; debió retornar a Milán en los primeros días de noviembre. Internado en un hospital en Milán el 2 de noviembre, falleció en la madrugada el día 7, contando con la edad de treinta y cinco años.

 

Obra literaria

 A fines del siglo XIX, en los países del Río de la Plata se atravesaba un período de expansión económica — debido a la intensificación del comercio de su producción ganadera, principalmente con Inglaterra. Al mismo tiempo, se incorporaba una gran cantidad de inmigrantes que venían a radicarse en Montevideo y sobre todo en Buenos Aires, desde el continente europeo, principalmente italianos y españoles. Todo ello, trajo como consecuencia el surgimiento de acelerados cambios en la mentalidad y el estilo de vida de importantes grupos humanos.

Entre otras cosas, había el surgido el gusto por los espectáculos teatrales que muchos inmigrantes traían desde sus países de origen; y que paulatinamente atrajo a algunas importantes compañias teatrales europeas, tanto españolas como italianas.

En forma coincidente, había hecho su aparición de un nuevo tipo de espectáculos el drama criolloen que intervenían personajes y costumbres de nuestros países; especialmente los que presentaban situaciones dramáticas y a menudo violentas en que intervenían protagonistas de tipo “gauchesco”.

Hacia 1884, había logrado bastante éxito en Buenos Aires la compañía de circo de los Hnos. Podestá uno de los cuales — Pepe — era conocido con su nombre circense de “Pepino el 88”. Los Podestá incorporaron a los números de caballos del circo, una representación escénica, adaptada de una reciente novela titulada “Juan Moreira”, cuyo protagonista era un gaucho temerario, rebelde a la ley, mujeriego, peleador y fanfarrón; que desafiaba y se burlaba de la Policía que lo persiguía, hasta que fue traicionado y fue capturado. En ésta y otras obras que iniciaron el espectáculo teatral de ambiente localista, frecuentemente se presentaban “payadas”, el baile del pericón y simulaciones de duelos criollos a facón.

 

 Florencio Sánchez fue, sin lugar a dudas, el primero que aplicó en el teatro llamado “criollo” no solamente los estilos del habla gauchesca, sino también los temas dramáticos del ambiente ciudadano rioplatense de los fines del siglo XIX y principios del XX. En particular — como lo resaltara en una célebre conferencia que dió en 1908 acerca del teatro nacional — Sánchez consideraba totalmente anacrónico el teatro que llamaba “moreirista”, por su referencia a unos tipos humanos idealizados, y de hecho ya inexistentes en la sociedad rioplatense.

Su obra se inscribió en un estilo que fue denominado “realismo naturalista”; en que se procuraba presentar personajes y situaciones más actuales, en muchos casos ya no propias de la vida rural sino de la vida urbana, y que no solamente empleaban un lenguaje concordante con el de la gente común de su época, — incluyendo frecuentes modismos localistas — sino también planteando los conflictos que se suscitaban en esa sociedad crecientemente afectada por la presencia de inmigrantes y las dificultades de su inserción social.

 De tal manera. “M'hijo el dotor”, fue la primera expresión de un tipo de teatro nacional; una obra en que existen momentos de gran intensidad dramática, expresiones de ternura y de pasión, e incluso momentos de violencia; y en la que la alternación de lo trágico con lo cómico marcó un estilo que se prolongó en el teatro, el cine y aún en la actual televisión rioplatense.

Durante toda esa época, Florencio Sánchez permaneció, a la vez, como casi el único autor de teatro de esas características. En su corta carrera produjo dentro del mismo género - obras como “La gringa”, estrenada el 21 de noviembre de 1904; que es considerada una extraordinaria pintura de ambientes en que se contrastan la tendencia a la rutina con el impulso del progreso; y “Baranca abajo”, estrenada el 26 de abril de 1905, drama de la decadencia, que es considerada una de sus obras maestras.

 En un corto período de siete años, Florencio Sánchez creó unas veinte obras de teatro, casi todas las cuales fueron representadas inmediatamente con total éxito de público; entre las cuales las principales fueron:

“M'hijo el dotor”, de 1903 — una obra en que se presenta el conflicto entre las generaciones de padres e hijos que responden a las concepciones culturales del hombre de campo conservador poco ilustrado, y del hombre de ciudad, mejor educado y partidario de la modernización.

“La gringa”, de 1904 — que contrasta el personaje del inmigrante italiano - el “gringo” - caracterizado por su dedicación al trabajo y a la vida austera, y el criollo, de natural perezoso, mujeriego e inclinado a la bebida y a la holganza.

“Los muertos”, de 1905 — que presenta como personaje principal a un jefe de familia entregado al vicio de la bebida, que lo lleva a la ruina; cuestionando el alcoholismo del cual el propio Sánchez era víctima.

“En familia”, también de 1905 — que presenta el cuadro de una familia que había tenido una posición económicamente desahogada, cuyos integrantes, al enfrentar dificultades, se muestran mezquinos y ruines.

“Barranca abajo”, igualmente de 1905 — que muestra crudamente un cuadro de decadencia moral, a partir del personaje de un gaucho que pierde su campo, y cuya familia lo abandona a su suerte, para poder permanecer en ese campo.

Otras obras de mayor brevedad - llamadas “sainetes” - todas las cuales pintan cuadros fuertemente intensos de situaciones referidas a personajes y ambientes de la ciudad y la época, sobre todo de condición humilde y enfrentados a distintas adversidades: “Las cédulas de San Juan” y “Canillita” de 1904, “El Pasado” y “El desalojo” de 1906, “Nuestros hijos”, “Las curdas”, “Moneda falsa” y “Los derechos de la salud”, de 1907 y “Un buen negocio”, de 1908.

0 comentarios